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En esos días.

Actualizado: 21 jun 2019


¿Qué pasa cuando no despertamos con esa motivación necesaria para tener una sonrisa en la cara?


Es fácil expresarnos y explicarles a los demás como nos sentimos cuando hay algo que nos emociona, que nos alegra la vida, que nos causa una sonrisa indescriptible. Que nos da vueltas el corazón.


Pero ¿Qué pasa con esos días grises? O tal vez negros. Esos días rotos.


¿Alguien tiene palabras para ellos también?


Yo no las tengo. Lastimosamente no tengo un check list de soluciones ante estos días amargos, o estos momentos en los que creemos que solo falta que se nos derrame el café encima de nuestra mejor ropa.


Escribo esto porque los días grises o, mejor dicho, MIS días grises nunca faltan. No los resuelvo al escribir sobre ellos, pero quiero encontrarles su lado positivo, su magia, no sé, algún secreto que tengan que nos diga que no son totalmente malos.


Son esos los días en los que me siento fuera de mi zona de confort, por el hecho de que las cosas no están saliendo como a mí me gustarían. Porque hay algo que creo que no me conviene que suceda o que NO suceda, me enojo porque pienso que es injusto. Creemos merecer las cosas, como lo dije en mi escrito pasado.


Lo único que puedo intentar decirte y decirme con respecto a esos días, es que son los mejores para prestar el doble de atención. Son los perfectos para tener un momento, sólo un momento para cerrar tus ojos, para callar y que sólo escuches tu respiración, que veas tu interior y reconozcas en lo que has fallado, en qué aportaste para que exista esta situación que te tiene de esta forma.


Son necesarios para que podamos analizar nuestro entorno, enfocarnos y saber dónde estamos parados. Para saber qué diferencia podemos hacer para que las cosas den un giro positivo. Esos días, me hacen reconocer los momentitos en los que me equivoqué y en los que actué bien.


Sí, cuesta.


Cuesta trabajo empezar a accionar en lo desconocido, cuesta reconocer que uno se equivoca, cuesta aceptar que uno con la mejor intención de hacer las cosas, salen "al revés", salen “mal” o, simplemente no salen.

Pero realmente, creo que es la mejor forma en la que uno puede crecer y creer.

No hay nada como estar consciente de tu realidad y de identificar la raíz de las cosas.


El universo tiene un muy buen sentido del humor, y muchas veces lo ocupa para enseñarte cosas de la manera en que menos te las esperas y de la que menos te gusta.


No puedo decir que dejaremos de tener días grises, días rotos. El color rosa es rosa, pero no eterno. Lo único que sí se mantiene, es lo que aprendemos de cada uno de ellos. Lo que descubrimos de nosotros en este proceso. Lo que reflexionamos y tratamos de cambiar poco a poco. Aprendemos la lección de que somos naturalmente imperfectos y eso, está bien. Pero también aprendemos que podemos ir evolucionando en el alma y en nuestras capacidades.


En esos días, aprendemos que el tiempo a solas, en el que vemos nuestro interior, es la única luz que necesitamos, y que es de los momentos más valiosos que podemos regalarnos.


En esos días, de los que no tengo una forma de solucionarlos, le dejo al universo actuar a su voluntad. Que dicte los pasitos presentes, que corrija los anteriores y que prepare los siguientes.


¡Y que, en los días llenos de color, siga haciendo su voluntad!


Se trata de eso. De reconocer, de dejar fluir, de aprender, de prestar atención, de escuchar de aceptar y de intentar hacer un pequeño cambio que haga una gran diferencia. Puede ser que, sólo tengas que mover un poco tu sonrisa. Pensar un poquito más o hacer un cambio radical… No sé.


Descubrite, exprésate, sentí.


Create, en esos días.

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