Cuando te preguntes en qué café estoy sentada, escríbeme.
Escríbeme, pero no a mí.
Escribe de mi, de eso que te encanta.
Cuando te preguntes en qué café estoy sentada, seguro estaré en uno muy lejos.
Cuando te preguntes en qué café estoy sentada, seguro estaré enamorándome de una ciudad.
Mientras te preguntas en qué café estoy sentada, el tuyo se te está enfriando.
O quizás ya está frío.
No estoy sentada en el café que tú crees, ese ya cerró.
Estoy en uno nuevo, hace frío afuera, pero siempre estuvo calientito aquí adentro.
En este café las personas entran y salen, cada una tan diferentes, tan encantadoras.
Me gusta.
Cuando te preguntes en qué café estoy sentada, entenderás.
Cuando te preg... no...
Ya no te preguntes más.
Ya no te preguntes más, ya no estoy, me fui.
Estoy caminando en esta ciudad, aquí volé.
Llevo un sombrero, ya me creció el pelo, mis labios siempre de aquel color.
Así que si me ves, no soy yo.
Pero si te vuelves a preguntar en qué café estoy sentada, por favor, no esperes en la entrada, no tendrás mi llegada.
Y si no puedes dejar de preguntarte en qué café estoy sentada... lo siento, ya soy amada.
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